Me gustaría volver a mis antiguas
palabras, de esas que cuando dejaban huellas, no ardían dentro de las hojas.
Extraño la sensación de un corazón limpio, cuando los momentos no golpeaban sus
paredes hasta destruirlas. Recuerdo las sonrisas, eterna luz que se extinguió
con la mirada fija y fría.
Aún siento la brisa de mis risas al
atardecer, las miradas que decían bienvenido a mi ser, el tacto de una caricia
sutil que volaba en el viento, los sueños que navegaban en un mar de ilusiones,
y creo que aún siento ese amor que dice ser eterno.
No hay espacio, no hay tiempo, se
acabaron mis momentos de amor sin frenos, quiero y no puedo sentir confianza en
lo que ningún ser humano ha demostrado, ni puedo confiar en lo que yo les he
entregado.
¿Creo? Sí, creo en el amor universal,
del que va y vuelve sin importar tu caminar, pero no puedo creer en aquello que
se jura al cielo mientras tus sueños siguen en el suelo.
No recuerdo cuando fue el momento en
que permití que palabras sin alma tomaran mi cuerpo, no recuerdo las palabras
que iban en mi mente cuando terminaba un día perfecto, ni recuerdo las palabras
adecuadas para decir que por fin logré terminar algún cuento.
Fue ayer cuando dedicaba versos a mis
sueños, cuando dedicaba miradas sin esconder mis miedos y ahora, ahora todo
está lejos de alcanzar. Una efímera ilusión de reencontrar palabras que el
viento se llevó. Aunque lo intento, no puedo olvidar aquellos buenos momentos
de inspiración y aunque lo intento, tampoco puedo recordar lo que marcaba mi
corazón antes de sentir dolor.
Sí, siento que todo gira, no puedo
tomar lo mejor de mi alrededor, pero los escombros en mis manos me llevan a
escribir lo que tengo; los malos atajos
de un giro eterno; que tarde o temprano quedará limpio, tan limpio como lo
fue en un principio de la tormenta.
Camila
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