Siento que la noche cae en mí,
pidiendo de alguna manera la calidez de
lo que parece estar, veo las estrellas y
pienso que están tan lejos como ahora lo está una parte de mí. De nuevo los
recuerdos invaden parte de lo que soy, de nuevo siento el peso en mis hombros, junto
a las ganas de sentir la mejilla mojada. La noche avanza tan sigilosa que puedo
escuchar los ruidos del silencio, los ruidos de mi mente, tantos que no puedo
controlar los pensamientos. Parada al costado de la ventana me desvelo a la luz
de la luna, esperando estúpidamente una respuesta de lo que nunca he
encontrado. Al igual que otras noches, hoy no será algo subliminal, sólo
sentimientos efímeros que aparecen cuando no queda nada más, cuando todo está
dicho y hecho.
Camino dentro de paredes que no tienen
salida, me encuentro encerrada otra vez en este momento, donde tal vez la única
compañía que siempre estará a mi lado será la soledad. No quiero cambiarlo, porque
los momentos donde no hay sol siempre muestran que nada permanece intacto, que
nada te hace compañía cuando aparecen las estrellas, y es cierto, hay paisajes
que soñamos toda la vida esperar verlo junto a alguien, pero sólo sentiremos la
compañía de lo que no siempre se verá, tan eterno y tan profundo, que pareciera haber estado
siempre a nuestro lado. Y ahí vuelvo caer, me alejo, pensando que aquello
momentáneo y superfluo, podría reemplazar lo que siempre estuvo y estará.
Cami
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